A continuación se encuentra su discurso:
¡Hola Los Angeles!
Gracias Angelica—me siento muy orgullosa de estar en esta lucha contigo. ¡Un aplauso también para Jennifer Siebel Newsom! Tu trabajo para empoderar a niñas y mujeres está haciendo una diferencia no solo en California pero también alrededor del país y del mundo. ¡Y gracias al congresista Honda por estar aquí!
Mi nombre es Elizabeth Warren y soy la mujer que va a derrotar a Donald Trump en Noviembre.
Ahora, antes de comenzar, quiero decir unas palabras sobre el estado de la contienda para la nominación demócrata. Esperamos poder ganar la mayor cantidad de delegados posible mañana—especialmente en el gran estado de California. Quiero darle las gracias a Amy Klobuchar y al alcalde Buttigieg por liderar campañas enérgicas. Me llena de esperanza saber que continuarán su servicio hacia nuestro partido y nuestro país. También quiero felicitar a Joe Biden por su victoria en Carolina del Sur. Respeto sus años de servicio. Pero no importa cuántas personas con información privilegiada de Washington te digan que deberías apoyar a Biden, nominar a una persona con información privilegiada de Washington—que cree que no hay una necesidad para el cambio fundamental en este país—no nos ayudará a hacerle frente a los tiempos que estamos viviendo. Nominar a alguien que quiere restaurar el mundo que existía antes de Donald Trump cuando, por décadas, ese estatus quo ha dejado atrás a muchísimas personas es un gran riesgo para nuestro partido y para nuestro país
Desde el inicio de esta campaña, a pesar de contar con muchos candidatos con distintas perspectivas, se le ha dicho a los votantes que están preocupados por vencer a Donald Trump que tienen dos opciones. Sin embargo, de alguna manera, nos encontramos esta noche en camino a otra primaria bajo los mismos parámetros del 2016: una para una persona con información privilegiada, otra para una persona de afuera.
Creo que los votantes demócratas deberían tener más opciones que esas. Nuestro país debería tener más opciones que esas.
Los votantes merecen la opción de tener una persona con valores inquebrantables que también pueda producir resultados y traer a todo tipo de demócratas consigo. Los votantes merecen la opción de tener una persona que pueda transformar nuestro gobierno desde el interior y que pueda ejercer presión sobre el gobierno mediante el liderato de un movimiento de base comunitaria desde el exterior.
Creo que necesitamos restaurar la confianza y una mano firme en nuestro gobierno. También creo que el gobierno necesita hacer más por el pueblo, con más urgencia de la que cualquier persona crea posible. Es por eso que estoy en esta lucha.
Porque esta es la realidad: esta elección se trata sobre el poder. Sobre quién tiene demasiado. Sobre quién necesita más de él. Y sobre la lucha para lograrlo. Estoy en esta lucha para crear una democracia que funcione para todos. Y por eso, le pido al estado de California, que se dirijan a las urnas mañana y me brinden su apoyo.
La historia de California, como la historia de Estados Unidos, es una sobre persistencia. Y estoy aquí hoy porque creo que podemos encontrar el camino hacia un país más justo y más equitativo al seguir los pasos de líderes valientes que han logrado cambios antes que nosotros.
Luchadoras como Ellen Ochoa, la primera astronauta latina; luchadoras como Rita Moreno, la primera actriz latina en ganar un Oscar, y luchadoras como Dolores Huerta, una líder que cambió la historia de Estados Unidos.
Latinas que inspiraron a activistas de hoy como Sophie Cruz, Edna Chavez y Angelica Salas.
Hoy estoy aquí para honrar a latinas que son héroes de nuestra historia como país, pero que son poco celebradas.
Los latinos, las latinas, y las personas latinx han vivido en Estados Unidos por siglos, muchos inmigrando aquí como tantos otros para construir un mejor futuro para sus hijos y nietos.
Pero cuando llegaron, no fueron bien recibidos. Durante la Gran Depresión, nuestro gobierno le dió la espalda a las familias inmigrantes. Aumentando el temor de que los inmigrantes estuvieran tomando trabajos de otros, nuestro gobierno inició la repatriación mexicana, deportando a México a cientos de miles de latinos, ciudadanos estadounidenses, e inmigrantes indocumentados.
Después, durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno se revirtió, dándole la bienvenida a miles de soldados latinos al ejército y reclutando a miles más para el programa de braceros para que trabajadores mexicanos ayudarán en las granjas y los ferrocarriles durante la guerra. Éstas fueron relaciones unidireccionales que solo beneficiaron al gobierno estadounidense.
Los latinos a menudo fueron excluidos de los beneficios de G.I. mientras que a los trabajadores del programa de braceros se les pagaban salarios de pobreza y se los obligaba a vivir en condiciones infrahumanas. Después de la guerra, a los mexicoamericanos se les robó la oportunidad de estudiar, comenzar un negocio y comprar una casa. Y en la década de 1950, Estados Unidos se revirtió nuevamente y deportó a más de un millón de mexicanos, incluyendo a ciudadanos estadounidenses.
El uso y abuso de la mano de obra latina continuó por casi dos décadas después de que terminó la guerra. Pero en la década de 1960, los trabajadores se unieron para exigir un cambio.
Muchos de nosotros conocemos la historia de Dolores Huerta y César Chávez, de la Asociación Nacional de Campesinos y del Comité de Trabajadores Agrícolas, y del movimiento de protesta no violento que se levantó contra los codiciosos viticultores en las tierras de cultivo de Delano y finalmente despertó la conciencia de nuestra nación.
El movimiento eventualmente inspiró a los trabajadores inmigrantes y a los latinos, a movilizarse por el cambio. Quiero hablar sobre ese cambio aquí en Los Ángeles.
Quiero contar una historia no como maestra o como candidata a la presidencia; Quiero contar esta historia como la hija de un conserje cuyo padre trabajó sin protección sindical.
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, muchas ciudades grandes tenían conserjes sindicalizados. Pero con el tiempo, los propietarios de edificios que antes administraban y contrataban a su propio personal de limpieza se vieron forzados a vender sus propiedades, y fueron reemplazados por corporaciones gigantes que subcontrataban sus servicios de limpieza. Esas corporaciones buscaban a trabajadores no sindicalizados, personas indocumentadas, y mujeres—personas con menos poder. Redujeron los salarios, aumentaron las horas de trabajo y eliminaron los beneficios básicos.
Dos mundos muy diferentes comenzaron a surgir.
Durante el día, miles de ejecutivos, corredores de bienes raíces y abogados llegaban a Century City, Los Ángeles, llenando salas de reuniones y haciendo negocios de millones de dólares. Hacían cálculos, explicaban sus planes, y tras de un día lleno de tratos de negocios con sus clientes, se dirigían a sus hogares en los suburbios.
Pero mientras se encontraban en el tráfico de regreso a sus lujosas vidas, cientos de trabajadores comenzaban sus jornadas en los edificios de las oficinas más grandes de Los Ángeles para limpiar después de ellos.
Los conserjes, ahora en su mayoría inmigrantes, y en su mayoría mujeres de México y Centroamérica, se pasaban haciendo un trabajo agotador durante toda la noche. Limpiaban ventanas altas, trapeaban pasillos largos y estrechos y arrastraban kilos de basura desde el piso superior hasta el muelle de carga.
Para estos conserjes, batallar no era un concepto nuevo. Muchos de ellos pensaron que sus circunstancias nunca cambiarían. Estarían atrapados para siempre en un mundo que describen como "lujo de día, fabrica de explotación en la noche".
Entonces, un día, algunos organizadores del Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (SEIU) se presentaron con un simple mensaje sobre el poder. Comenzaron al proveer estadísticas: había más conserjes trabajadores que ejecutivos corporativos. Y si los conserjes se unían, podrían ejercer el poder suficiente para hacer el cambio.
Al principio, los trabajadores estaban escépticos del sindicato. Algunos incluso tenían miedo. Miedo de perder sus trabajos. Miedo de ser deportados.
Muchas de las conserjes latinas habían dejado sus hogares en Centroamérica, escapando de la violencia, que en ciertos casos habían sido por culpa de intervenciones estadounidenses que crearon caos en la región.
Y como tantas otras mujeres, a las conserjes latinas se les aconsejaba mantenerse calladas.
Sin hacer tanto escándalo, las conserjes latinas empezaron a compartir sus historias.
María Quintanilla fue una de esas conserjes. En 1980, ella huyó de la guerra civil en El Salvador. Madre de dos niños, mantuvo su sueño de convertirse en maestra. Entonces, los fines de semana, ella tomaba clases en UCLA para avanzar gradualmente hacia su título.
Rosa Ayala también trabajó largas horas por poca paga. Ahorró cada centavo en una botella de plástico que vaciaba cada semana para cuidar de su familia.
Ana Veliz trabajó no uno sino dos trabajos para enviar dinero a su madre y sus seis hijos en El Salvador.
Estas mujeres comenzaron a hablar públicamente para exigir más derechos para todos los trabajadores.
Probaron la lección de que cuando las mujeres comienzan a contar sus historias, el cambio está en camino.
El valor de ellas inspiró a otros conserjes a unirse a la lucha. A medida que aumentaron sus números, trabajaron con SEIU para formar comités para organizarse y exigir mejoras en el trabajo.
Querían tres cosas: salarios más altos, mejores beneficios y la capacidad de sentarse en la mesa de negociación como partes iguales.
Las mujeres no tenían que luchar solas. SEIU estaba allí, y SEIU solicitó más ayuda. Líderes comunitarios, activistas y miembros del clero se unieron a demostraciones y huelgas que interrumpieron la vida diaria. Por supuesto, hubo retroceso.
A medida que más personas se enteraron de la lucha de los conserjes, las corporaciones pidieron a las fuerzas del orden local que confrontaran a los huelguistas y a sus aliados.
Las tensiones aumentaron. Las marchas causaron embotellamientos. Basura fue arrojada en el corazón de Century City. Las confrontaciones públicas persiguieron a los propietarios de edificios mientras cenaban en restaurantes elegantes.
Los conserjes y sus aliados eran audaces y valientes por sí mismos, pero también estaban entrenados por el sindicato y profundamente comprometidos a la desobediencia civil no violenta. Sus manifestaciones tal vez llenaron de ira a sus jefes e incomodaron a la ciudad, pero también fueron pacíficas. Aun así, semanas después de que los conserjes comenzarán a salir a la calle, la policía comenzó a hacer arrestos para intimidar a los trabajadores para que se sometieran.
Entonces sucedió.
El 15 de junio de 1990, 440 conserjes y sus aliados, salieron a la calle en forma de manifestación pacífica. Se pusieron sus camisetas rojas y marcharon bajo una pancarta grande que decía “Justicia para los Conserjes”.
Para prevenir cualquier malentendido, el liderazgo del sindicato y los organizadores comunitarios se reunieron con las autoridades policiales antes de la marcha para enfatizar sus intenciones de que la manifestación será pacífica. Los oficiales accedieron diciendo que, siempre y cuando la protesta se llevará a cabo de manera ordenada y pacífica, no habría problemas.
Cuando el grupo de 400 manifestantes comenzó a marchar desde Roxbury Park en Beverly Hills hacia Century City para su manifestación organizada, fueron recibidos por 100 oficiales armados con equipo antimotín.
Con tenacidad y propósito, los conserjes dieron un paso hacia el frente. Los oficiales reafirmaron su puesto en las filas, ordenándoles a dispersarse y que se fueran de ahí. El grupo se negó.
Los silbidos de los policías llenaron el aire mientras los oficiales declaraban que el grupo se estaba congregando de manera ilegal. Los manifestantes se mantuvieron firmes. Se entrelazaron los brazos y en un acto de desobediencia civil, se sentaron en el medio de la carretera. Todos se prepararon para ser arrestados.
Pero la policía no comenzó a arrestar. En cambio, descendieron sobre los manifestantes, golpeándolos con sus bastones y obligándolos a caer al suelo repetidas veces.
Durante una hora y media, mujeres, hombres, niños y sus abuelos fueron brutalizados por oficiales policíales en plena luz del día. Al final de esta confrontación, 42 conserjes fueron arrestados. 21 conserjes fueron hospitalizados. Ana Veliz, quien se había enterado recientemente de que estaba embarazada, fue una de las conserjes hospitalizadas. Ana fue golpeada en la espalda tres veces mientras estaba en el suelo por la policía. Cuatro días después tuvo un aborto espontáneo.
Mientras se compartía la noticia en Los Ángeles y a lo largo del país de la brutalidad policial, los oficiales afirmaban que habían actuado en defensa propia. Pero las imágenes de las brutales palizas captadas por los medios mostraban una escena muy distinta. Los conserjes, en su mayoría inmigrantes y hombres y mujeres de la comunidad latina, no estaban armados. Estaban calmados y no presentaban un amenaza para la fuerza policial de Los Ángeles, el LAPD.
Ahora, el grupo de conserjes tenía que decidir: Retirarse o seguir protestando. Con 21 de sus colegas en el hospital, el grupo decidió seguir en la lucha.
El día siguiente—y el próximo día y el próximo y así sucesivamente—salieron a las calles frente a Century City en Los Ángeles, resueltos a lograr su meta de hacer oír sus voces. Miles de simpatizantes y líderes de derechos civiles a nivel nacional, incluyendo el Reverendo Jesse Jackson, se unieron al grupo de conserjes en las calles del centro de Los Ángeles.
La publicidad intensa de las protestas de Century City lograron dirigir la atención de la nación a los salarios de pobreza, que fue la inspiración para los conserjes a manifestar en el primer lugar.
Unas dos semanas después del brutal ataque, SEIU negoció un contrato que resultó en un aumento salarial para los conserjes, mejores beneficios y un espacio en la mesa de negociación para los conserjes.
¡Las latinas lideraron la lucha y ganaron!
Esta historia de persistencia nos enseña tres lecciones importantes y poderosas.---Primero: la lucha por la justicia nunca se termina. Cinco años antes de que los conserjes se tomarán a las calles de Los Ángeles, la afiliación sindical había estado en grave declive. Pero los de SEIU no se dieron por vencidos sino que duplicaron sus esfuerzos. Los organizadores de sindicatos le pusieron presión pública a los propietarios de edificios en Pittsburgh, los trabajadores lucharon para mejorar las condiciones de trabajo en Denver, y lucharon con todo para apoyar a los conserjes en la Convención Nacional Demócrata en Atlanta.
En el momento en que SEIU llevó su lucha a Los Ángeles, ya se había trazado un camino a la resistencia. Lo que se necesitó fue el valor para organizarse y luchar para hacerlo realidad.
Y ese valor se propagó. Muy cerca de la victoria de los conserjes en Los Ángeles, los conserjes ganaron luchas en D.C., Houston y Miami.
Segundo: No es suficiente tener grandes ideas. Se necesita tener un plan para convertir esas ideas en una realidad. Cuando los organizadores en los sindicatos comenzaron a luchar por justicia para los conserjes, se dieron cuenta de inmediato que las reglas del juego habían cambiado. Su lucha ya no era solamente contra los propietarios locales de edificios—ahora, también tenían que incluir la lucha contra las compañías globales que intentaban reducir costos para aumentar su propia rentabilidad.
Así que los conserjes dejaron de enfocarse en los subcontratistas sin poder que firmaban sus cheques y se enfrentaron a una lucha mucho más difícil: involucrar a las grandes corporaciones.
En lugar de organizar en una sola compañía, organizaron a un sector entero.
Ampliaron su línea de ataque y ampliaron su coalición de trabajadores. En vez de demonizar a los trabajadores indocumentados, los conserjes le dieron la bienvenida a su lucha—¡porque los trabajadores serán trabajadores sin importar su estatus migratorio!
Y eso nos lleva a nuestra tercera lección.
Es una verdad inquebrantable que aprendí hace mucho tiempo: nadie logra sus metas solo.
Cualquier persona que quiera hacer un cambio verdadero—cambio significativo, cambio duradero—necesitará aliados, necesitará socios, necesitará una coalición ganadora. Los conserjes estaban en la línea de fuego en Los Ángeles, pero tenían el apoyo de bases de fe, los trabajadores de los restaurantes de comida rápida, trabajadores domésticos, agricultores y educadores, familias trabajadoras luchando para lograr un cambio verdadero.
Los conserjes en Los Ángeles eran en su mayoría latinas que habían llegado a los Estados Unidos en busca de un mejor futuro. Los ejecutivos que buscaron todas las maneras con las cuales podían obtener más ganancias, no veían a sus trabajadoras como madres que intentaban mantener a sus familias o futuras educadoras en camino a otros trabajos. Simplemente veían a estas mujeres como ganancias.
Las corporaciones perfeccionaron las políticas de división. Ellos intentaron poner a los inmigrantes en contra de los trabajadores indocumentados y a su vez en contra de los trabajadores afroamericanos, quienes mantenían la mayor cantidad de empleos en la industria del servicio antes de que surgiera un aumento en la inmigración.
Los patrones sabían que si ponían a los trabajadores en contra de ellos mismos, el margen de ganancias para su propias compañías incrementaría.
SEIU se negó a caer en esa trampa. En vez de echarle la culpa a los trabajadores inmigrantes por la reducción el los estándares de trabajo, los líderes del sindicato comenzaron a enfocar sus esfuerzos a incluir a la comunidad latina en su meta para organizar a los conserjes. El sindicato construyó alianzas, persona por persona, hogar por hogar—y fueron exitosos.
Luego de que SEIU lograra una victoria impresionante en Los Ángeles, el movimiento de Justicia para los Conserjes siguió creciendo, organizando casi un cuarto de un millón de conserjes en más de 30 ciudades en Estados Unidos y Canadá. Su resistencia sostenida provocó la creación de un movimiento multi-racial que incluía a trabajadores latinos, asiáticos, pacíficos isleños y afroamericanos para mejorar las vidas de los conserjes y sus familias.
SEIU y el movimiento de Justicia para los Conserjes demostraron cómo el negarse a seguir a aquellos que intentan dividirnos, y en cambio luchar juntos, nos permite construir un futuro más sólido para todos.
Lo que me trae a hablar sobre Donald Trump.
Estamos viviendo unos momentos muy sombríos en la historia de nuestra nación. Donald Trump lideró una campaña basada en la demonización de los mexicanos y los inmigrantes— y ganó.
Desde entonces, las comunidades latinas y las comunidades de color han sufrido la peor parte de los ataques de Donald Trump y su administración; desde la separación familiar hasta las deportaciones y la incitación a la violencia. Donald Trump y sus cómplices impulsan la prevalencia de la supremacía blanca, llenan los bolsillos de los centros de detención privados e ignoran la constitución, todo para avanzar sus propios esfuerzos corruptos para mantener el poder y beneficiar sus propios intereses financieros.
Este país enfrenta grandes desafíos. Pero estoy aquí hoy porque yo creo que las lecciones de la historia latina son instructivas para este momento de crisis.
La historia latina y chicana nos enseña el poder de luchar en contra de la injusticia. Desde latinas persistentes como las conserjes que lucharon por la justicia, hasta líderes sindicales como Dolores Huerta, hasta los estudiantes chicanos que lideraron las huelgas en 1968 en el Este de Los Ángeles, hasta la senadora estatal María Elena Durazo, que ayudó a liderar la lucha contra la Proposición 187, de todo esto aprendemos el poder de seguir luchando.
Y continuamos aprendiendo todos los días. ¡Miguel Contreras y UNITE HERE nos lideran en esta lucha! El local 11 le muestra al mundo lo que significa luchar por nuestros hermanos y hermanas para construir una vida mejor.
Y seguimos aprendiendo. La activista por la liberación queer, Sylvia Rivera, y los líderes del movimiento juvenil de indocumentados de hoy, y los millones de padres que trabajan por un futuro mejor para sus hijos, la historia nos enseña el poder de seguir luchando.
Sí, estos son momentos difíciles. Sí, muchas personas tienen miedo. Y el peligro es real. Nuestra misma democracia pende de un hilo.
Así que, podemos ser tímidos. Podemos acobardarnos. O podemos seguir luchando como las conserjes latinas de hace una generación. Yo sigo luchando.
Luchar en contra de la injusticia es un acto de patriotismo.
Esta es la lucha a la que hemos sido llamados: la lucha para salvar nuestra democracia.
Y en noviembre mostraremos lo que podemos lograr. Nos libraremos del presidente más corrupto de las últimas décadas. Nos libraremos del hombre que crea el caos y se alimenta del miedo. Nuestro partido demócrata DEBE vencer a Donald Trump. Y eso significa que necesitamos una candidata que pueda ganar esa lucha.
Necesitamos una candidata que tenga valores firmes y que tenga un historial real de ganar luchas difíciles. Yo ganaré esa lucha.
Pero lograremos mucho más que vencer a Donald Trump. Este es nuestro momento para construir un país que refleje nuestros mejores valores.
Juntos aumentaremos los salarios de la clase trabajadora.
Juntos lucharemos por el cuidado de salud universal. El cuidado de salud es un derecho humano fundamental y nosotros luchamos por los derechos humanos fundamentales.
Juntos pondremos fin al racismo ambiental, lucharemos contra el cambio climático y salvaremos nuestro planeta.
Juntos lucharemos por la educación pública de alta calidad para cada uno de nuestros niños, incluyendo a nuestros niños con discapacidades.
Juntos lucharemos para cancelar la deuda por préstamos estudiantiles.
Juntos reduciremos la violencia armada en este país y mantendremos a nuestros hijos seguros.
Juntos lucharemos por viviendas seguras y económicas como un derecho humano.
Juntos lucharemos por un sistema de inmigración que refleje nuestros mejores valores como país.
Juntos afirmaremos que la igualdad significa igualdad para todos, en el lugar de empleo, en el matrimonio, en todos los lugares, y no descansaremos hasta que nuestros hermanos y hermanas transgénero estén seguros y sean valorados donde sea que vayan.
Juntos construiremos un país que celebre nuestras diferencias y que una a todos para hacerle frente a grandes problemas con soluciones audaces.
Nos enfrentamos a una batalla cuesta arriba, pero no podemos permitir que el miedo nos consuma. ¿Recuerdas a los valientes conserjes que se defendieron en 1990? Sus legados siguen vivos. SEIU-USWW está luchando por un “Immigrant New Deal” para los trabajadores y sus familias. Los conserjes están tomando el poder en sus propias manos para erradicar la violencia sexual en el lugar de empleo en una industria donde las mujeres inmigrantes son especialmente vulnerables.
Mientras hablamos, a casi dos mil millas de donde estamos hoy, 4,000 conserjes están en huelga en Minneapolis. SEIU Local 26 toma estas luchas con mucha seriedad, pero esto es lo que más me encanta de su lucha.
Los conserjes en huelga están luchando por mejores salarios. Están luchando por lugares de empleo seguros. Y también están luchando para que el mantenimiento de los edificios sea sostenible y así ayudar a cumplir nuestros objetivos climáticos y proteger a nuestro planeta.
Estamos unidos con SEIU local 26 y su lucha para un mejor futuro.
El legado viviente de Justicia para los Conserjes nos muestra que la lucha por la justicia nunca terminará. Con cada milla que pasamos en el arco moral de la justicia, hacemos posible la próxima milla.
Tenemos una oportunidad en el 2020, una oportunidad para unirnos para lograr un cambio real.
Este es nuestro momento. Este es el momento al que hemos sido llamados. El momento para que hagamos historia. Ahora es nuestro momento para soñar en grande, luchar con todo y ganar.